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Aprendamos de los paises que han caido en la desdicha del mal llamado "socialismo"

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Origen y meta del marxismo (Parte II)



El marxismo político.
Además de formular una teoría determinista de la historia y un análisis del sistema capitalista, Marx formula el mecanismo político por el cual se realizará el paso de la sociedad capitalista a la sociedad comunista, la toma del poder político por el proletariado y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.

Las corrientes anarquistas y socialistas utópicas anteriores, influidas por la teoría del “buen salvaje” de Rousseau, habían propuesto la creación de pequeñas comunidades autosuficientes en las cuales se volvería a formas de producción anteriores a la industrialización, la más famosa de estas comunidades utópicas es el Phalansterio de Fourier. Por el contrario, Marx, durante las reuniones de la Primera Internacional, se enfrenta a las tesis de los socialistas utópicos seguidores de Proudhon y a los anarquistas de Bakunin. En vez de pequeñas comunidades autosuficientes, Marx defiende un modelo político fuertemente estatizado. En él, el proletariado controla los medios de producción a través de un Estado omnipotente.

Llegados a este punto tenemos las claves para explicar la enorme fuerza ideológica del marxismo. En primer lugar su concepción lineal y determinista de la historia hace que el creyente y militante marxista sienta que es el instrumento de una ley eterna de la historia y por lo tanto su lucha está abocada necesariamente a la victoria final. Por otro lado el marxista tiene claro que el objetivo final de su lucha es la conquista del Estado, por lo que cualquier solución intermedia será considerada como un paso previo al control total del Estado. Esto hace imposible la coexistencia del marxismo con cualquier otra ideología, el resto de las ideologías deben ser erradicadas sistemáticamente, puesto que son manifestaciones de una etapa de la historia que se debe superar. Por último el marxismo, originariamente se dirige al proletariado del S.XIX, una clase que ha perdido bruscamente el contacto con la forma de vida campesina de sus antepasados inmediatos, que carece de propiedades y cultura y al que se promete un paraíso sobre la tierra en el que con mucho menos trabajo podrá gozar de un nivel de vida mucho mejor.

Durante el la segunda mitad del S. XIX aparecen partidos social demócratas en la mayoría de los países europeos, los cuales llegar a adquirir un gran peso político en países como Alemania y Francia, sin embargo, la doctrina marxista tuvo su primera aplicación política en Rusia, un país que todavía era eminentemente agrario y que contaba con un proletariado que se restringía a ciudades como Moscú y San Petersburgo. El partido bolchevique no es un partido de masas cuando llega al poder, sino más bien una vanguardia revolucionaria cuyos dirigentes, no provienen de la clase obrera, en cuya dirección hay una fuerte representación judía y que cuenta con el apoyo económico de grandes banqueros occidentales como los Roschild, los Rockefeller, Olaf Aschberg (director del “Nye Bank av Stockholm”), William Boyce Thompson, Albert H. Wiggin (director del “Chase Nacional Bank”) y otros muchos. Estos banqueros, tras la revolución, obtuvieron numerosos beneficios de la explotación de los recursos naturales rusos.

Como vemos a la luz de estos nombres, la revolución rusa distó bastante de ser la toma del control del proletariado de los medios de producción, efectivamente el proletariado fue utilizado por los bolcheviques para tomar el poder, pero las clases que se enfrentaron no eran el proletariado y la burguesía. Quienes tomaron el poder efectivo fueron una serie de personajes salidos de la alta y media burguesía, con el apoyo de grandes capitales bancarios, quienes fueron derrotados y eliminados sistemáticamente fueron la vieja nobleza, los pequeños industriales rusos y sobre todo el campesinado. Muchos campesinos habían tenido el acceso a la propiedad de la tierra una generación antes, con la abolición de la servidumbre, al principio de los años 20, el gobierno comunista procedió a la expropiación sistemática de las tierras y en muchos casos a la exterminación del campesinado, los campesinos reaccionaron con dos grandes sublevaciones, una de ellas en Ucrania, y otra en el Volga, ambas fueron aplastadas de la forma más sangrienta por el ejército rojo. Para acabar con la resistencia campesina, los dirigentes comunistas no tuvieron reparos en provocar una hambruna que mató a más de 5 millones de personas, sobre todo en Ucrania.

No es el objetivo de este artículo entrar en una descripción pormenorizada de los regímenes comunistas y los 100 millones de muertos que ocasionaron, quien tenga curiosidad por ello puede consultar “El Libro Negro del Comunismo”. Simplemente señalaremos que tras la toma de poder de los comunistas, la situación del proletariado no sufrió una mejora sustancial, de hecho los sindicatos dejaron de defender las condiciones laborales de los obreros y se transformaron en instrumentos para mantener la disciplina laboral y evitar huelgas.

El marxismo cultural.


En Europa occidental y en Estados Unidos no se ha aplicado nunca el modelo económico marxista, sin embargo, el marxismo cultural domina todos los aspectos de nuestras sociedades, puede que esta afirmación suene extraña a algunos rectores. Lo que llamamos marxismo cultural es designado con el eufemismo de “Corrección política”. ¿Cuál es el origen de la corrección política?

Los orígenes de la corrección política actual hay que buscarlos en los primeros años del S. XX. Justo después de la revolución rusa, los marxistas occidentales esperaban una inminente revolución de las masas obreras en el resto de Europa, sin embargo esta revolución no tuvo lugar más que en Hungría y Alemania. En estos dos países los revolucionarios no tuvieron el seguimiento esperado entre los obreros y ambas revoluciones fueron abortadas. ¿Por qué los obreros no se sublevaron? La respuesta a esta pregunta la dieron dos pensadores marxistas, el italiano Antonio Gramsci y el húngaro Georg Luckacs. La respuesta fue que los obreros no eran capaces de ver sus intereses de clase porque estaban inmersos en la cultura occidental, por lo tanto es en el plano cultural donde se debe preparar la revolución. Al obrero comunista a debe serle extirpada su cultura y su historia, esto deberá llevarse a cabo mediante lo que Gramsci denomina combate cultural.

En 1923 el multimillonario marxista Felix Weil, establece en Frankfurt un círculo de reflexión dirigido por Luckacs. Este círculo recibirá el nombre de Instituto para la Investigación Social y es más conocido como Escuela de Frankfurt. En 1930, el Instituto pasa ser dirigido por Max Horkheimer, un seguidor Freud y del psicoanálisis. Horkheimer replantea las tesis marxista según la cual la superestructura es una mera consecuencia de la infraestructura económica. Sus reflexiones le llevan a formular lo que él mismo denominó Teoría Crítica. ¿Qué es la teoría Crítica? Max Horkheimer afirma que la manera de destruir la civilización occidental es el ataque sistemático a todos sus valores, no la formulación teórica de una sociedad alternativa. Pongamos un ejemplo. Valor: El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con el objetivo de formar una familia, tener hijos y transmitirles los valores de sus antepasados. Crítica: El matrimonio puede ser cualquier tipo de unión donde intervenga la atracción sexual sin ningún fin concreto. Resultado: Instauración del matrimonio homosexual.

Otros miembros del Instituto para la Investigación Social fueron Theodore Adorno, Erich Fromm y Herbert Marcuse. Estos dos últimos autores, desarrollan una teoría según la cual las diferencias sexuales son construcciones sociales propias de la sociedad burguesa. Es mejor no añadir ningún comentario.


El Instituto para la Investigación Social fue cerrado en 1933 con la llegada de los nacionalsocialistas al poder. Sus miembros, en su mayoría judíos, se refugiaron en Estados Unidos y reestablecieron el Instituto con ayuda de la Universidad de Columbia. Durante la segunda guerra mundial participaron activamente en el esfuerzo bélico americano, Marcuse, por ejemplo trabajó para la OSS, el precursor de la CIA.

Tras la guerra, el Instituto para la Investigación Social vuelve a ser abierto en Frankfurt, sin embargo, Marcuse, su máximo exponente en aquella época se queda en Estados Unidos y se convierte en el ideólogo de las revueltas estudiantiles de los 60 e inspirará a algunos líderes de los movimientos revolucionarios negros. Su obra “Eros y civilización” será la Biblia de los Hippies. El marxismo cultural de Markuse y la escuela de Frakfurt, ya no va dirigido hacia el proletariado, sino a los hijos de la alta burguesía y las clases medias. En este nuevo contexto, la lucha de clases que predicaba el marxismo económico debe ser reformulada, la clase deja de definirse en base a la propiedad de los medios de producción, sino en función del grupo cultural al que se pertenece. La cultura deja de ser un mero producto de las relaciones de producción. Para el marxista cultural, es la cultura la que determina unas relaciones de producción imaginarias, un obrero de la construcción, blanco y de civilización occidental es un explotador, mientras que un deportista millonario africano es un explotado.

En el marxismo económico, las leyes de la historia requieren la eliminación de los propietarios de los medios de producción y la expropiación de dichos medios por el Estado. En el marxismo cultural, quienes deben desparecer son todas aquellas personas que conservan patrones culturales europeos. Las personas de cultura occidental son por definición una clase opresora y malévola por naturaleza, independientemente de su situación económica. En contraste, la nueva clase oprimida y buena por naturaleza está constituida por todos los individuos no occidentales, como negros o chicanos. Esta última posición retoma claramente la idea del buen salvaje de Rousseau. A las razas no europeas hay que añadir grupos como los homosexuales y las mujeres feministas (en el sentido político del término).

Igual que el marxismo económico pretendía la expropiación de los bienes de la burguesía y la desaparición final de dicha clase social, el marxismo cultural busca la desaparición final de la civilización occidental y de los portadores de dicha civilización. Esto se realiza mediante la colonización masiva de Europa y Estados Unidos por las masas tercermundistas y mediante la aplicación de lo que llaman “discriminación positiva”. ¿Por qué positiva?, porque se realiza a favor de grupos étnicos y culturales que son buenos por naturaleza y en contra de grupos que son malos por naturaleza.


Una vez vistos los nuevos parámetros en los que se define la lucha de clases o más bien la lucha de grupos culturales, sólo queda subrayar que el programa antieuropeo de los marxistas culturales se ha llevado a cabo con muy escasa oposición, en prácticamente todos los países de Europa occidental y en Estados Unidos, Canadá y Australia. Entre los años 60 y 70, las leyes que favorecían la inmigración europea y restringían la inmigración no europea, fueron derogadas en Estados Unidos y Australia, lo cual fue el inicio de un proceso de colonización sistemática de ambos países por parte de las masas tercermundistas, dicho proceso se ha venido acelerando durante los años transcurridos y hoy es más rápido que nunca. En Europa occidental el proceso de ocupación tercermundista ha sido completamente análogo y en ciudades como París o Londres la población autóctona se ha visto reducida por debajo de la mitad. La colonización va acompañada de la discriminación cada vez más acusada de la población autóctona frente a los nuevos colonos, en Estados Unidos y en Inglaterra, la “discriminación positiva” es algo que está presente en todas partes, en Francia, donde esta discriminación ya se aplica en la adjudicación de ayudas sociales, se están haciendo esfuerzos continuos para imponerla en todos los ámbitos de la sociedad. La tendencia es la misma en todos los países de Europa.

Tanto la izquierda como la derecha políticas han admitido en una u otra medida los postulados del marxismo cultural, para ello no ha sido necesaria una revolución violenta, los marxistas culturales, se han impuesto gracias a tres factores, en primer lugar el apoyo de la banca internacional, que los ha utilizado para impulsar el proceso de globalización económica. En segundo lugar su dominio de lo que Gramsci llamaba “combate cultural”, es decir, la infiltración masiva del movimiento asociativo. Asociaciones ecologistas, pacifistas, universitarias, culturales, de defensa de los derechos de la mujer y todo tipo de ONGs han sido creadas o infiltradas por los marxistas culturales. El factor más importante ha sido sin embargo la ausencia total de resistencia, efectivamente la derecha conservadora no ha tenido la capacidad no política ni ideológica para oponerse al avance del marxismo cultural, de hecho, la derecha conservadora ha terminado por aceptar como propias muchas ideas fabricadas por los marxistas culturales. El marxismo político y económico se encontró en su avance con una ideología que aportaba una solución alternativa a los problemas sociales de los que se alimentaba la ideología marxista, una solución nacional e identitaria en contraste con la solución internacionalista marxista. Tras la segunda guerra mundial, no quedaba nada capaz de frenar la expansión del marxismo cultural.

Evolución del marxismo en Europa del Este.

Si comparamos Europa occidental y Europa oriental desde el punto de vista de la libertad de expresión y pensamiento, vemos que en Europa occidental hay una serie de temas que no es posible abordar sin una serie de riesgos que van desde el ostracismo social hasta la prisión pasando por la pérdida del puesto de trabajo. Cualquier desviación del pensamiento oficial sobre temas como inmigración y raza, es severamente perseguida por la nueva forma de inquisición que es la corrección política.

En contraste con la falta de libertad de Europa occidental, en Europa del Este, los peligros a los que se exponen quienes piensan libremente, son mucho menores. El poder del marxismo cultural es mucho menor allí donde triunfó el marxismo político y económico. ¿Por qué ocurrió esto?

Hay dos respuestas, la primera es que en la Unión Soviética, desde 1917 hasta 1989 el marxismo internacionalista que se instaló en el poder, se fue rusificando progresivamente y fue tomando posiciones nacionalistas rusas. El primer viraje hacia el nacionalismo tuvo lugar en 1925, cuando Stalin impuso sus tesis autárquicas frente al internacionalismo extremo que representaba Trotsky. El segundo viraje tuvo lugar entre 1941 y 1945, durante la guerra con Alemania, Stalin optó por reactivar el nacionalismo ruso y ponerlo al servicio del esfuerzo bélico. De hecho en Rusia, la segunda guerra mundial fue denominada “gran guerra patriótica”. El tercer viraje fue la “campaña anticosmopolita” de principios de los años 50, en la que numerosos dirigentes del partido fueron eliminados tras ser acusados de internacionalistas. Ciertos sectores de la izquierda en Europa occidental reniegan de la figura de Stalin por estos tres detalles, no porque exterminara a millones de disidentes políticos en el Gulag. Sin embargo Trotsky, creador del ejército rojo y cómplice de la matanza sistemática de kulaks y cosacos, que tuvo lugar tras la revolución, es considerado como alguien de moral intachable y como el exponente de una ideología “perfecta”, que fue desvirtuada por Stalin.


El segundo motivo es que el marxismo cultural tiene su origen en la teoría crítica de Max Horkheimer, doctrina dirigida a la destrucción de una sociedad, evidentemente, en los países comunistas no hubo movimientos inspirados por la teoría crítica. Mientras los marxistas culturales de Occidente defendían el aborto, las drogas y la homosexualidad, en la Unión Soviética el aborto y las drogas eran ilegales y la homosexualidad no estaba precisamente bien vista.

¿Qué hacer?

El marxismo cultural es una construcción teórica cuyo único objetivo es la destrucción de nuestra civilización y de nuestro pueblo. Esta ideología representa un peligro mortal puesto que se trata de un enemigo interior, que está presente por todas partes. Desde los primeros años de escolarización, los jóvenes europeos son educados en el desprecio hacia sus raíces étnicas y culturales. ¿Cómo enfrentarnos a un enemigo que tiene un poder casi absoluto, que controla los gobiernos de nuestros países, las instituciones culturales y educativas y los medios de comunicación de masas?

Para encontrar la respuesta es necesario un análisis profundo de la estructura ideológica y los métodos del marxismo cultural. El marxismo cultural es una ideología eminentemente destructiva, no busca la construcción de una nueva sociedad, como el marxismo del S. XIX, sino que simplemente busca destruir la civilización occidental. Esta falta de voluntad creativa se ve con claridad en las contradicciones de una ideología que dice defender los derechos de las mujeres y que fomenta la implantación del Islam en nuestro territorio. El carácter destructivo de la izquierda cultural se ha acentuado notablemente con la caída de la Unión Soviética. Con la desaparición del bloque comunista, la izquierda occidental ha perdido su referente histórico, lo cual ha acentuado su odio hacia la civilización europea.

Quienes hayan discutido alguna vez con marxistas culturales (comunistas, socialistas, liberales, cristianos multiculturalistas etc.) habrá reparado en que la mayoría de las veces, estos individuos renuncian a defender sus posiciones y se limitan a atacar las ideas del contrario. La otra gran dificultad que los identitarios nos encontramos en los enfrentamientos dialécticos con los marxistas culturales es el hecho de que en la mayoría de los casos los conceptos manejados en la discusión son productos del marxismo cultural, como “derechos humanos”, “opción sexual”, igualdad… Incluso el vocabulario empleado en las discusiones políticas ha sido diseñado por el marxismo cultural, palabras como “sin papeles”, tolerancia, racismo y otras muchas, son inventos del marxismo cultural, el hecho de usarlas en una discusión política, implica aceptar la derrota a priori.

El primer paso para enfrentarnos al marxismo cultural es la renovación total de nuestro pensamiento, todos los conceptos y palabras de la corrección política deben ser sustituidos por conceptos identitarios. Debemos sustituir el término inmigración por el de colonización, ya que el proceso que estamos viviendo, tiene una magnitud muy superior a la inmigración, y supone una ocupación de un territorio por unas poblaciones, acompañada de la eliminación progresiva de la población autóctona, la cual sufre un auténtico derrumbe demográfico. Igualmente debemos borrar el término racismo y sustituirlo por el de supervivencia. Los marxistas culturales han denominado racismo a cualquier actitud por parte de las poblaciones europeas, que busque defender su supervivencia como pueblos.

Lo que los marxistas culturales llaman tolerancia ha de ser llamado imposición. El concepto de “derechos humanos”, debe modificarse incluyendo el de “derechos de los pueblos” y el de “deberes de los individuos”. Los “sin papeles” deben ser llamados por su nombre, ilegales, clandestinos o invasores. El “aborto” debe ser llamado genocidio, pues es lo que realmente es cuando se aplica a la escala a la que se está aplicando hoy. La homosexualidad no es una “opción sexual”, sino una desviación sexual. La “igualdad” es un concepto jurídico, que implica que dos personas deben ser tratadas de igual modo si han cometido la misma falta o si tienen los mismos méritos, no un concepto ontológico como dicen los marxistas culturales.


Una vez que tengamos las ideas claras, todos los valores del marxismo cultural deben ser criticados y atacados sin descanso, ninguna concesión ni léxica ni ideológica debe ser hecha al marxismo cultural. El marxismo cultural tiene el dominio absoluto del universo político e ideológico de nuestras sociedades, pero tiene un punto débil. Ese punto débil es que es falso. Una ideología dispuesta a enfrentarse al marxismo cultural con sus propias armas, cuyos seguidores tengan el mismo grado motivación y disciplina que los marxistas culturales, pero que a diferencia del marxismo cultural sea verdadera, puede enfrentarse al enemigo de nuestra civilización y operar la regeneración ideológica que nuestro pueblo necesita para seguir existiendo.

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