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Aprendamos de los paises que han caido en la desdicha del mal llamado "socialismo"

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Origen y meta del marxismo (Parte I)



Del marxismo económico al marxismo cultural.

El objetivo de este artículo es analizar la estructura y la influencia actual del marxismo, dicha ideología constituye un componente fundamental del mundo moderno y su influencia llega mucho más allá del amplio círculo de sus adeptos. Una comprensión correcta de su naturaleza dogmática y de las falsas concepciones sobre hombre y la sociedad en las que se basa el marxismo, son absolutamente necesarias para explicar fenómenos como la sacralización del multiculturalismo, la falta de libertad de expresión para todos aquellos que cuestionan la conveniencia de la inmigración masiva que sufre Europa o la interpretación estrictamente social, obviando cualquier carácter étnico o religioso, que la prensa y los medios de comunicación dan a fenómenos como la violencia inmigrante en Francia.

Para comprender la naturaleza del marxismo comenzaremos por rastrear sus orígenes más antiguos para luego pasar a analizar brevemente su formulación económica realizada por Marx en a mediados del S. XIX. Por último haremos hincapié en los orígenes del marxismo cultural, que comienza a gestarse en los primeros años del S. XX y se convierte en la ideología dominante en el mundo occidental a partir de los años 60. También subrayaremos la paradoja de que el marxismo cultural se ha arraigado con más fuerza en Estados Unidos y Europa Occidental, en los que nunca se aplicó el marxismo económico, que en los países comunistas del Este de Europa, donde el marxismo económico tuvo su aplicación práctica.

Orígenes de la cosmovisión marxista:

El universo mental del marxismo se basa en una concepción lineal y determinista de la historia y en una concepción igualitaria de la naturaleza humana. Ambas concepciones hunden sus raíces en corrientes del cristianismo primitivo y en herejías medievales como los valdenses, begardos, bogomilos, anabaptistas etc. Todas estas sectas creían que la historia estaba inevitablemente dirigida hacia un segundo advenimiento de Cristo tras el cual las clases sociales desaparecerían, los hombres serían iguales y el paraíso descendería sobre la tierra, esta visión ha sido retomada hoy en día por muchas ramas del cristianismo actual como la teología de la liberación, según la cual la salvación no es individual sino colectiva y debe ser precedida por la liberación de los pobres en el plano político. Las relaciones entre la teología de la liberación y el marxismo son claras, de hecho ambas corrientes son inseparables en Sudamérica, continente donde la iglesia ha tomado posiciones premarxistas desde la época de Bartolomé de las Casas.

La visión lineal y determinista de la historia, formulada de manera escatológica en las herejías medievales, fue reformulada desde un punto de vista laico por los socialistas utópicos de principios del S. XIX. Fourier escribe que la humanidad va pasando por distintas etapas de desarrollo hasta llegar a un estado idílico y sin clases al que da el nombre de armonía. Los socialistas utópicos como Fourier, Blanc, Babeuf etc. Siguen la línea de pensadores católicos del renacimiento como Tomás Moro y Campanella y se limitan a formular la estructura de una sociedad utópica que deberá alcanzarse en el futuro, sin dar muchos detalles de los mecanismos que conducirán a dicho cambio social. Las ideas de los socialistas utópicos están fuertemente influidas por el pensamiento de Jean Jacques Rousseau sobre el estado de naturaleza y el “buen salvaje”, teoría según la que todos los hombres son iguales y buenos por naturaleza y el mal proviene de las instituciones sociales que pervierten la naturaleza humana. Para Rousseau los pueblos primitivos, no pervertidos por la civilización, son los que se encuentran más próximos de ese estado perfecto de naturaleza.
Obviamente ni Rousseau ni los socialista utópicos tuvieron tenido contacto alguno con civilizaciones distintas de la europea ni pueblos primitivos, sus afirmaciones sobre el estado de naturaleza son mero fruto de su imaginación. Estas teorías del “buen salvaje” no gozaron de aceptación más que en círculos muy reducidos y Marx no se refiere a ellas, sin embargo serán un elemento fundamental en la formación del marxismo cultural y la corrección política del S.XX.

El primero en formular una teoría sólida del cambio social dirigida a hacer posible la aplicación política práctica de las teorías igualitaristas fue Karl Marx. Marx y su colaborador Engels, creen encontrar el mecanismo de la evolución de la humanidad hacia un estado igualitario y sin clases sociales. El propio Marx calificó su obra de socialismo científico en contraposición al socialismo utópico de sus predecesores. Las ideas de Marx se inspiran en la observación de los drásticos cambios sociales ocasionados por la revolución industrial y el desarrollo del sistema de producción capitalista.

Marxismo económico e interpretación materialista de la historia.

La época en la que Marx desarrolla su obra literaria y su acción política coincide con la revolución industrial, esta época está marcada por una notable mejora del rendimiento de la producción agrícola, debida a la introducción de nuevos abonos y métodos de cultivo, esto, sumado a un gran desarrollo de la medicina hace que la población europea pase de 200 millones de personas en 1800 a 400 en 1900, a los cuales hay que añadir otros 100 millones de europeos que se instalan en Estados Unidos, Australia o Argentina. Este aumento de la población se ve acompañado de un enorme éxodo rural y de la aparición de una importante clase obrera que trabaja en las grandes industrias de las ciudades. La producción masiva de bienes de consumo arruina a los pequeños artesanos, que pasan a engrosar la clase obrera. La ausencia de leyes que regulen las relaciones laborales (los gremios habían sido eliminados en todas partes tras la revolución francesa), hace que la situación de los obreros se deteriore y que nazcan los primeros sindicatos. Todos estos cambios se producen con una rapidez que no había tenido precedentes en la historia.

En este contexto Marx formula dos postulados que constituirán los pilares de la ideología marxista. El primero es una explicación de los cambios sociales y una teoría global de la historia a la que denomina materialismo histórico, el segundo es un estudio en profundidad del sistema capitalista.

Según el materialismo histórico, la cultura, las instituciones, la religión, la metafísica y todo lo que Marx denomina superestructura, están determinadas por la forma de producción y la división del trabajo. Los cambios en la forma de producción hacen que la superestructura quede obsoleta generando una serie de contradicciones que se manifiestan mediante la lucha de clases, cuando las contradicciones se hacen insoportables, se produce una revolución en el curso de la cual una clase dominante es sustituida por otra. La revolución francesa es el ejemplo más claro con el que Marx ilustra este proceso.

Un análisis en profundidad del materialismo histórico nos lleva a la conclusión de que se trata de un argumento circular. El cambio en los modos de producción está a su vez determinado por las innovaciones científicas y técnicas y por las instituciones sociales, las cuales según Marx son parte de la superestructura. Por lo tanto el cambio social está a su vez determinado por las propias estructuras sociales, lo cual implica que el desarrollo histórico es determinista, de ser así todas las sociedades humanas deberían seguir procesos análogos de desarrollo.

Marx considera la historia como un proceso determinista que finalizará con el advenimiento del comunismo en todos los países y la aparición de una sociedad sin clases y sin diferencias entre los individuos, en esto hay una analogía clara con sectas cristianas como los anabaptistas, que anuncian un segundo advenimiento de Cristo y un paraíso sobre la Tierra. La diferencia es que Marx deriva el fin de la historia de una teoría que se dice científica. Los adeptos del marxismo tienen la convicción de que las leyes de la historia están de su parte y que su victoria final es segura en todo el Mundo, del mismo modo que los musulmanes creen que Allah está de su parte y que el Islam terminará imponiéndose en todo el mundo.

El materialismo histórico se basa en la suposición de que los seres humanos quedan completamente caracterizados por la función que ocupan en la división del trabajo, es decir, un trabajador de una fábrica de automóviles es sólo un trabajador de una fábrica de automóviles. El hecho de que sea un varón, español, de raza blanca, católico, hijo de un labrador, con una esposa y dos hijos, son simples accidentes, lo que lo caracteriza como agente social es su trabajo. De hecho para un marxista si dicho trabajador fuese eliminado y sustituido por un senegalés de la tribu serere, de raza negra, musulmán, hijo de una de las siete mujeres del cacique de su aldea, con dos esposas y siete hijos, nada cambiaría y su influencia sobre el devenir histórico sería la misma. En el universo mental marxista los hombres son peones intercambiables, sin pasado ni futuro, sin raza ni nación, sin religión ni cultura, iguales en inteligencia y temperamento, una humanidad de zombis que producen y consumen.

En otras palabras, el marxismo, pese a presentarse como una doctrina de base científica, renuncia a definir al ser humano desde un punto de vista científico, ya que siendo el hombre un ser vivo y pensante, cualquier concepción científica sobre él debe pasar por el dominio de la biología y la neurología. Es obvio que una teoría global de la historia basada en semejante simplificación de la realidad, dista mucho de ser exacta y por supuesto de ser científica. Sin embargo esta simplificación es aceptada como real no sólo por los marxistas sino por muchos liberales y conservadores.

Una vez formulado el mecanismo que rige la historia, Marx analiza el funcionamiento del sistema capitalista y predice su colapso. Este aspecto de la teoría marxista merece ser tenido en cuenta y estudiado con atención. Pues está basado en una observación empírica de la realidad económica y no en una simplificación obviamente inexacta, como el materialismo histórico. Dicha observación es la disminución progresiva de los beneficios obtenidos de la inversión del capital.

Dicho fenómeno había sido detectado ya por los economistas clásicos como Adam Smith, David Ricardo y Malthus. Si llamamos C al capital fijo constituido por la maquinaria y los medios de producción de la industria, V al capital variable que constituye los salarios de los obreros durante un periodo de tiempo dado y Pl a la plusvalía obtenida de la venta de la producción durante dicho periodo, la tasa de beneficios obtenida por los poseedores de capital es la relación entre la plusvalía y el capital invertido, a la que denominaremos r:

La plusvalía es la parte de la ganancia obtenida al vender los productos con la que se queda el propietario de los medios de producción, dicho precio de venta es igual a la suma de los salarios y la plusvalía.

El aumento progresivo de la tecnificación del trabajo hace que cada vez se usen más máquinas y menos obreros para una determinada actividad productiva, por lo tanto la relación x va aumentando:

La tasa de beneficios será entonces:
Si la relación entre la plusvalía y el salario de los obreros se mantiene constante la tasa de beneficios del capital debe disminuir. Según los economistas clásicos esto conduciría a una situación estable en la que se deja de invertir en nuevos medios de producción, sin embargo Marx predice un aumento del paro y de la explotación de los obreros que llevará a un colapso del capitalismo.

Marx considera que los salarios (el salario es el “precio” del trabajador, inferior al valor que aporta su trabajo al proceso de producción, su diferencia es la plusvalía) se mantendrán en el nivel de subsistencia debido a la existencia de un ejercito industrial de reserva de desempleados que presiona a la baja sobre los salarios (si los trabajadores exigen salarios más altos, son despedidos y sustituidos por desempleados de “la reserva”). Las filas de “la reserva” son engrosadas también por aquellos trabajadores que son sustituidos por las máquinas en el proceso de acumulación de capital, por lo que el progreso técnico agravará la situación. Existe por lo tanto una explotación del trabajador (“no se le paga todo lo que aporta”). En cambio, no es posible explotar a la maquinaria, que sólo añade a la producción el mismo valor que se sustrae de su depreciación.

Su teoría del valor, de la cual depende todo su sistema, presenta muchos problemas que no son resueltos de forma plenamente convincente, por ejemplo: la plusvalía en Marx no surge en el intercambio/venta del producto sino en su producción, así pues la finalidad del capitalista es la de extraer plusvalía de cada trabajador, no del comercio. Otro problema aun más evidente, si el valor de un bien está determinado por el tiempo de trabajo que contiene, ¿por qué empíricamente se observa que los precios de mercado discrepan con frecuencia de sus valores trabajo?

En su teoría subyace la concepción de la época de que los servicios no son una industria (con Marshall nace la concepción de que producción es igual a los bienes y servicios con valor económico) (por ejemplo, que los fisiócratas consideraban que la agricultura era la fuente de valor).

El sistema capitalista ha pasado por varias crisis de sobreproducción, que han estado asociadas a este fenómeno, sin embargo siempre han sido compensadas por un desarrollo tecnológico que ha permitido bajar el número de obreros, como predecía Marx, pero también los costes de los medios de producción, por lo que la relación entre los salarios y el capital fijo no ha disminuido. Otro factor que ha impedido que se produzcan los efectos predichos por Marx es la expansión del capitalismo hacia nuevos mercados, lo que ha permitido paliar las crisis de sobreproducción encontrando nuevos compradores y manteniendo los precios lo suficientemente altos para seguir obteniendo una plusvalía que haga rentable la inversión.
La obra de Marx pertenece al estado embrionario del análisis económico, su instrumental analítico quedó obsoleto tras la revolución marginalista de 1870.

Pese a las limitaciones del análisis de Marx, sigue siendo cierto que el sistema capitalista requiere una innovación continua en los medios de producción y una expansión territorial y demográfica continuas, que a la larga serán insostenibles. La actual globalización es una consecuencia necesaria del modo de producción capitalista. Los marxistas, lejos de posicionarse en contra de la globalización y otras consecuencias funestas del capitalismo, ven en ella un paso necesario para la instauración del comunismo mundial.

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