La democracia es un sistema perverso en sí mismo; Garantiza, al menos se supone que lo hace, la elección como líder de la persona más respaldada por una asamblea de ciudadanos, en principio, libres. En este momento se suele presuponer que al ejercer de tales, esos mismos hombres libres serán capaces de hacer recaer su elección es el candidato más adecuado... lo cual no deja de ser una absoluta estupidez. Ésta pequeña tara del sistema acarrea la posibilidad de una consecuencia terrible e inevitable... Qué esa elección puede recaer en cualquiera, puesto que solo hay una cosa más manipulable que un ser humano... y ésta es un grupo de seres humanos.
Al hilo de todo esto, no deja de sorprenderme que, en ésta loca carrera en la que la sociedad anda metida por certificar que tenemos tal o cual título o habilidad, el proceso democrático haya conseguido mantenerse al margen. Estamos tan confiados del invento que exigimos que para desempeñar con corrección el trabajo de barrendero u ordenanza – con todos mis respetos a ambas categorías profesionales – haya que justificar cierta preparación académica, ausencia de taras psicológicas, buena conducta y superar, en el mejor de los casos, un par de procesos de concurso oposición. En cambio, ni exigimos la misma preparación al que mete el voto en la urna ni, claro está, al candidato que al final acaba alzándose con el triunfo, con lo que éste puede revelarse como manifiestamente indeseable para el cargo o incluso, como un completo zote. Y nos da igual... y lo damos por bueno...
Porque lo hemos elegido nosotros.... (mentira ya que el candidato lo ha elegido su partido...)
Porque lo hemos elegido libremente... (es un decir ya que no hemos intervenido en la confección de las listas ni podemos, salvo en algún caso, modificar ni la presencia ni el orden de los candidatos...)
Porque lo ha elegido la mayoría... (en ocasiones, pero no siempre... ya que en algunos procesos electorales si sumanos la abstención al voto nulo, esta agregación resultaría la fuerza más votada.)
¡Y pa´casa! Que ya hemos cumplido... y solo nos queda esperar a que pasen unos años para repetir proceso borreguil y funesta consecuencia. A mirar los informativos, donde se nos bombardeará con datos de participación que siempre resultarán altísimos y topicazos como que “no se han registrado incidentes” o que “ha triunfado la democracia”... Pero ¿qué esperaban? ¿Qué nos matásemos a la entrada del colegio electoral? y... ¿si triunfa la democracia... resulto, por ende, triunfante yo también...?
Los griegos, primeros demócratas de la historia y personajes inteligentes – pues se las arreglaron para sobrevivir a las infernales tensiones internas que soportaron, resistieron a los persas y solo sucumbieron ante Roma, a la que luego conquistaron con su arte – manejaban el sistema de forma ciertamente diferente a la nuestra; Para empezar, solamente podían votar aquellos varones adultos que hubieran completado su entrenamiento militar. Tranquilos... no haré ningún chiste fácil acerca de la idoneidad de dejar a la mujer fuera del proceso electoral pero, si unimos a esto que, al contrario, quedaban inhabilitados para el sufragio los traidores, los maleantes, los condenados por mantener deudas contra el Estado o contra otros ciudadanos... caeremos en la cuenta de que era necesario, al menos, estar al día como ciudadano libre. No quiero ni pensar, lo despoblados que se iban a quedar algunos colegios electorales en caso de aplicar aquí algo, siquiera parecido.
Los griegos, primeros demócratas de la historia y personajes inteligentes – pues se las arreglaron para sobrevivir a las infernales tensiones internas que soportaron, resistieron a los persas y solo sucumbieron ante Roma, a la que luego conquistaron con su arte – manejaban el sistema de forma ciertamente diferente a la nuestra; Para empezar, solamente podían votar aquellos varones adultos que hubieran completado su entrenamiento militar. Tranquilos... no haré ningún chiste fácil acerca de la idoneidad de dejar a la mujer fuera del proceso electoral pero, si unimos a esto que, al contrario, quedaban inhabilitados para el sufragio los traidores, los maleantes, los condenados por mantener deudas contra el Estado o contra otros ciudadanos... caeremos en la cuenta de que era necesario, al menos, estar al día como ciudadano libre. No quiero ni pensar, lo despoblados que se iban a quedar algunos colegios electorales en caso de aplicar aquí algo, siquiera parecido.
Por otro lado, los atenienses debían de disfrutar con la democracia porque entendían las votaciones como una auténtica fiesta y el porcentaje de participación en el proceso era altísimo, resultando la abstención una rareza y el voto nulo, una quimera. Además, entendían el asunto como de tal importancia, que el iniciador del proceso era conocido como el “Ho boulodemos”, esto es, “cualquier persona que lo deseé”... con lo que, en principio, cualquier interesado, ayudado por unos cientos de jueces, administrativos y funcionarios, podía poner el marcha el sistema a discreción... Y se tenía tal respeto por esta función, que su comportamiento era infiscalizable y su responsabilidad ante el pueblo, nula de pleno Derecho. Los que si la tenían, contrariamente a lo que hoy sucede, eran los cargos elegidos en esos procesos electorales. Cuando un ateniense asumía un cargo, inmediatamente era considerado como un sirviente de la ciudadanía, tenía la obligación de rendir cuentas por cualquier decisión y podía ser castigado muy duramente si era condenado por nepotismo, corrupción o incluso incapacidad... con lo que ejercer un cargo público podía, en ocasiones... revelarse como muy peligroso.
Tan enamorados estaban de su invento que le hicieron el mejor favor posible... mejorarlo; Convencidos de que no era ni mucho menos perfecto y de que las elecciones favorecían a los más ricos y elocuentes, determinados porcentajes de cargos estaban reservados a aquellos que eran elegidos mediante sorteo. Este sistema se entendió necesario para prevenir corruptelas y para garantizar a todos los ciudadanos ciertas posibilidades de ser elegidos. Además, era necesario tener más de treinta años de edad para resultar elegible (para algunos cargos eran necesarios cuarenta) y al finalizar el mandato, el susodicho debía superar una reválida conocida como "euthunai" o escrutinio, que revisaba su actuación y le declaraba limpio de polvo y paja.
En el otro lado, un centenar largo de cargos debían ser elegidos por votación, todos ellos con un alto componente económico o militar. ¿Por qué?... pues porque, primero, se entendía que en el caso de los que iban a meter la mano en la caja, si éstos disponían de gran patrimonio, era posible recuperar el resultado de futuros desfalcos y, en el caso de los segundos, ciertamente para ocupar el puesto de "Stratego" o líder militar, había que acreditar fuertes conocimientos militares además de contactos en todas las poblaciones a las que luego podría ser necesario recurrir, en el caso de que los persas se pusieran más pesados de lo normal.
Aparte de la asamblea o "Ekkesia", donde residían los poderes legislativos y algunos de los ejecutivos, el Consejo de los Quinientos o "Boulé" se ocupaba de tareas como la recepción de los embajadores extranjeros, fiscalizar la actuación de determinados cargos públicos o custodiar las llaves de las arcas que conformaban el tesoro... Se consideraba tan importante que no se podía repetir el cargo y rotaba con tanta celeridad, que se calcula que la cuarta parte de los varones libres de Atenas ocuparon una de sus sillas en algún momento. La tercera pata del invento eran los Tribunales o "Dikasteria", para los que era necesario acreditar la edad más alta entre todos los funcionarios, ya que los griegos asociaban edad con sabiduría. Sin embargo, curiosamente, fue el instrumento de poder que peor funcionó ya que, al no haber juez, al no poder durar los juicios más de un día y al ser inmunes sus miembros a cualquier tipo de castigo... se vivían con cierta asiduidad todo tipo de excesos o castigos, que solo fueron mitigados en parte con la posibilidad de anular el juicio en caso de demostrarse la doblez de los testigos.
En resumen, qué diferente y que semejante forma de entender lo mismo... El deseo de autogobernarse con justicia y una cierta equidad desemboca en la invención de un sistema que, honestamente, creo que no hemos sido capaces de mejorar demasiado. ¿Limitaciones nuestras o de la propia democracia? Quien sabe... En cualquier caso, me quedo con el texto que se leyó durante los funerales de Pericles, uno de los hombres que más amó la democracia y que más la utilizó...
"Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de unos pocos, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición."
¿Es así?